Causalidad

(En inglés: Causality)

La existencia de una flecha del tiempo tan nítidamente definida en nuestro universo tiene una consecuencia obvia: el principio de causalidad. Como concepto, a algunos filósofos de opiniones tan distintas como Karl Popper o Bertrand Russell esta idea no les gustaba demasiado. El bueno de Bertrand fue el que se mojó más:

“Creo que la ley de causalidad, como mucho de lo que circula entre los filósofos, es una reliquia de una época pasada que sobrevive, como la monarquía, sólo porque se supone erróneamente que no hace daño.”

–Sir Bertrand Russell, “Sobre la noción de la causa”, 1912.

Efecto dominó
La escalera del dominó suele ponerse como ejemplo de causalidad. Cada una de las fichas actúa como causa y efecto a la vez. Sin embargo, la realidad es típicamente más compleja e incorpora un notable componente de azar.

No obstante, en este blog preferimos ceñirnos más al positivismo científico. Y en el mundo físico, debido precisamente a los Principios de la Termodinámica, la baja entropía inicial del cosmos y la asimetría temporal de la misma que vimos la semana pasada, se manifiesta una clara secuencia o proceso en los fenómenos que lo constituyen. O algo que se comporta exactamente como si hubiera causas y efectos, en ese orden temporal. Una bala siempre alcanza su blanco después de ser disparada, nunca antes. Un niño siempre nace después de ser concebido, nunca antes. Una estrella siempre muere después de formarse, nunca antes. Se puede debatir todo lo que se quiera sobre la filosofía de la causalidad, pero a mí esto me resulta sospechosamente parecido a una secuencia de causas y efectos, que a su vez se convierten en las causas de los siguientes efectos, y así sucesivamente hasta la muerte térmica del universo o por ahí. Jamás hemos observado ninguna violación de este proceso, en ninguna parte del cosmos.

El proceso no es estrictamente determinista, al menos en el sentido de que el azar tiene bastante que decir. Esto es, ningún efecto es posible sin sus causas, pero una causa o un conjunto de causas pueden tener efectos muy distintos, de los cuales sólo uno o un reducido número de los mismos suceden efectivamente. En el caso de la bala, ésta alcanzará su blanco o cualquier otra cosa, e incluso el cartucho puede fallar. A veces, el efecto del azar puede ser predominante, como por ejemplo en la desintegración de partículas radiactivas. Las partículas radiactivas siempre terminan desintegrándose. Además, sucederá a un ritmo conocido y predecible: su vida media. Sin embargo, el momento exacto en que lo hará una partícula específica depende por completo del azar cuántico y no se puede predecir. Es decir, es totalmente estocástico. Según el instante en que suceda, puede tener consecuencias –efectos– totalmente distintos y de gran calado sobre la secuencia causal de los acontecimientos futuros, en una forma de efecto mariposa. Detrás de todo esto alientan también la complejidad y el caos.

Midiendo radiación beta-gamma “al aire” dentro de una vivienda en Valencia con un contador Geiger soviético DP-5V en la escala x0,1, el 05/06/2011. Cada uno de esos clics, que se llaman “cuentas”, se corresponde con la desintegración de una partícula radiactiva presente en el ambiente (en este caso, por radiación natural). El momento exacto en el que esto sucede es totalmente aleatorio.

Sin embargo, el azar no altera el hecho sencillo de que la desintegración de la partícula radiactiva –el efecto– sigue necesariamente a la causa –la existencia de una partícula radiactiva–, que la precede en el tiempo. No se ha violado el principio de causalidad.

El cono de luz

Esto nos conduce a otra idea curiosa. Imagínate que enciendes una lámpara de bola a la intemperie. Al instante, la luz que emites empieza a expandirse a, bien, pues a la velocidad de la luz, claro. Si nada le corta el paso en ninguna dirección (por ejemplo, en el espacio exterior), avanzará con la forma de una esfera, en todas direcciones a la vez. En poco más de un segundo, tu luz pasará por la órbita de la luna. A los ocho minutos y medio, estará más allá del sol. Incluso aunque apagues la lámpara, la luz que ya emitiste seguirá avanzando sin parar. En algo más de catorce horas, abandonará el sistema solar para adentrarse en el espacio interestelar. A los cuatro años y tres meses, llegará a la próxima estrella. Y así, para siempre. Aquí puedes ir controlando por dónde anda la primera luz que te vio nacer. Si pudiésemos verlo desde un lado (o sea, en dos dimensiones), este sería más o menos el aspecto de tu esfera de luz:

Expansión de una esfera de luz en el vacío
Expansión de una esfera de luz en el vacío

Pero si lo representamos a lo largo de la flecha del tiempo (otra dimensión, como ya vimos anteriormente), adquiriría esta pinta:

Cono de luz hacia el futuro
Cono de luz hacia el futuro

A esto lo llamamos un cono de luz. Y ahora viene la parte intrigante. Dado que la velocidad de la luz es la máxima posible en nuestro universo (y no, esto no es un capricho, veremos el porqué más adelante), tu cono de luz contiene toda tu influencia posible sobre esta realidad (tenga algo que ver con la luz o no). Fuera de tu cono de luz, es como si jamás hubieses existido. Dentro de tu cono de luz, tienes algo que decir. Y esto es aplicable a la totalidad de los objetos o sucesos del cosmos.

Igualmente podemos proyectar el cono de luz hacia atrás en el tiempo, de tal modo que represente los límites de todo lo que ha podido tener influencia sobre ti (o sobre cualquier otro suceso) en el pasado. Así, obtenemos uno de los gráficos más queridos por los relativistas:

El cono de luz de la Relatividad Especial
El cono de luz de la Relatividad Especial

Por supuesto, si cada suceso de este universo (incluyéndote a ti) “transporta” su propio cono de luz, éstos pueden entrar en contacto e influirse entre sí, como de hecho ocurre constantemente. Ahora ya puedes decirle a tu pareja que vuestros conos de luz están entrelazados, y con ello vuestras líneas de universo, lo que queda así como muy romántico. O a cualquier otro bicho viviente y demás sucesos. Pero bueno, vamos a empezar a ir ya al grano. ¿Se puede o no se puede viajar por el tiempo?

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La flecha del tiempo

(En inglés: The arrow of time)

En el pasado post dijimos, homenajeando a Aristóteles, que el tiempo va de medir el cambio. ¿Pero qué es el cambio?

Niveles de entropía en una mezcla de dos líquidos a lo largo del tiempo.
Niveles de entropía en una mezcla de dos líquidos. Arriba, estado de menor entropía, anterior en el tiempo (y menos probable). Abajo, estado de mayor entropía, posterior en el tiempo (y más probable).

Bueno, pues es esencialmente la entropía. En realidad, tiempo y entropía están estrechamente relacionados, tanto que según algunos son esencialmente dos aspectos o avatares de la misma realidad. Las Internetes están llenas de definiciones de la entropía (mira aquí o aquí o aquí para empezar, o esto, o esto, o esto, o esto o incluso esto) así que yo no añadiré otra más. Tan solo diré aquello tan viejo de que la entropía es esa “potencia invencible” que empuja al universo hacia el máximo equilibrio. En palabras de Boltzmann, hacia el máximo desorden, el caos total. Esto es lo que viene a decir el Segundo Principio de la Termodinámica, y tú ya sabes que en esta casa obedecemos las Leyes de la Termodinámica, como dijo Homer Simpson.

No ocurre simultáneamente en todo momento y lugar. Y tampoco, necesariamente, en sistemas abiertos. A nivel global, la entropía siempre aumenta. Pero a nivel local puede reducirse durante un tiempo, a cambio de crecer en el sistema aislado global que llamamos universo. Jugando entre la entropía local y la entropía global, el niño tiempo construye mundos y los destruye, impidiéndote de paso mantener limpia tu cocina, pero dejándote limpiarla. También empuja la evolución, tanto estelar, como biológica, como todas las demás, y te da la vida y te la quita. Lo que hay. Sin embargo, en último término, la entropía jamás deja de crecer.

Simetría y violación-P
En partículas elementales, la paridad puede definirse como la dirección hacia la que emiten sus partículas de desintegración. En la imagen superior, un muón emite típicamente un electrón hacia su derecha. El anti-muón, su “imagen en el espejo”, lo hace hacia la izquierda. Decimos que hay simetría-P. Sin embargo, de vez en cuando el anti-muón emite el electrón hacia la derecha, como en la imagen inferior. Entonces decimos que hay violación de la simetría-P. Imagen: Departamento de Física, Universidad de Oregón.

Otra característica muy curiosa de la entropía es que es la única cantidad conocida por no respetar la simetría temporal. Resulta que en este universo hay una cosa a la que llamamos simetría CPT, por Carga-Paridad-Tiempo. Dicho muy a lo burdo, esto significa que las leyes físicas funcionan igual en todas direcciones. Un pelín más rigurosamente, que les da igual si se invierte la configuración espacial (P), si la materia implicada es en realidad antimateria (C) o si el tiempo corre hacia el futuro o hacia el pasado (T). Vamos, que un universo de antimateria invertido como en un espejo donde el tiempo fuese hacia atrás (es decir, con momento inverso) funcionaría exactamente igual que este.

Durante un tiempo se creyó que esta simetría CPT era una clave esencial de nuestra realidad. Hoy sabemos que no es así del todo. Hay algunos fenómenos que la violan. Por ejemplo, la interacción débil –una de las cuatro fuerzas fundamentales– no es simétrica en el tiempo. No le da igual si el tiempo corre hacia el futuro o hacia el pasado. Bien, pues a la entropía tampoco. Precisamente porque no puede dejar de crecer, la entropía sólo funciona hacia adelante.

Por ejemplo, si tú dejas que se fugue el gas de una bombona de butano, éste se dispersa y no vuelve a la misma espontáneamente. El calor siempre fluye de los objetos calientes a los objetos fríos, jamás al revés. Nacemos, envejecemos y morimos, por ese orden. El universo se expande, no se contrae. Con los huevos se pueden hacer tortillas, pero de las tortillas no surgen huevos. Y así siempre, siempre hacia adelante. La entropía no es simétrica en el tiempo. O sea, que es irreversible.

Esta irreversibilidad de la entropía es lo que conocemos como flecha del tiempo. Nuestro universo, empujado por el todopoderoso Segundo Principio de la Termodinámica, cambia constantemente a lo largo de la dimensión tiempo, y sólo hacia el futuro. Con mis condolencias a conservadores y nostálgicos, no existe manera alguna de impedir que el universo cambie sin parar o de intentar que vuelva al pasado. Esa es una batalla perdida a nivel cósmico, no te imaginas hasta qué extremo.

Cronología CMB del universo / sonda WMAP (NASA)
Una representación de la evolución universal a lo largo de los últimos 13.770 millones de años. El lado izquierdo muestra el momento más antiguo que podemos estudiar en estos momentos, cuando una fase inflacionaria produjo un crecimiento exponencial rápido del universo. Durante los siguientes miles de millones de años, la expansión del universo se deceleró significativamente debido a que la materia tiende a colapsar sobre sí misma por efecto de la gravedad. Más recientemente, la expansión del universo ha comenzado a acelerarse de nuevo porque los efectos repulsivos de la energía oscura han pasado a dominar este fenómeno. En esta imagen, la flecha del tiempo avanza de izquierda a derecha. Fuente: NASA / WMAP Science Team

Lo más curioso es que esta irreversibilidad no obedece a ninguna ley física en particular. Hasta donde sabemos, se debe únicamente a una peculiaridad cosmológica del universo inicial: su entropía fue muy baja, próxima a cero. Tan pequeña era que sólo podía crecer. No otra cosa disparó una flecha del tiempo tan nítida como la que experimentamos, que sigue su curso y seguirá haciéndolo hasta la muerte térmica o por ahí.

Ignoramos todavía por qué la entropía inicial fue tan sumamente baja, suponiendo que haya algún motivo y no sea mero fruto del azar. El hecho es que el universo nació con un severo déficit de entropía y anhelando darse un atracón. Si tienes alguna idea al respecto que no sea una mamarrachada, hay una medalla de oro con el retrato de Alfredito el Dinamitero buscando tu cuello. O dos.

El caso es que la flecha del tiempo únicamente corre hacia adelante, es decir, hacia el futuro. O sea, que sólo podemos viajar hacia el futuro, y de hecho lo hacemos constantemente, cada instante de nuestras vidas. El viaje de vuelta al pasado está cosmológicamente prohibido por el Segundo Principio de la Termodinámica y su hija la flecha del tiempo. Nada, ni materia, ni energía ni información puede retroceder a lo largo de la dimensión tiempo. Lo siento también por los videntes y demás seres humanos que se creen capaces de visualizar el porvenir al margen de las leyes físicas. La capacidad de predecir el futuro implicaría que hay información del futuro viajando hacia el pasado (nuestro presente) para llegarles a ellos personalmente. Esto, además de ser una tontada, está terminantemente prohibido por esa potencia elemental que es la entropía y su irreversibilidad.

Un universo donde tal cosa fuera posible sería como un reloj roto. No funcionaría. No, al menos, de la manera como lo hace. Para empezar, las causas no precederían a los efectos y los efectos no seguirían a las causas. Porque es precisamente la asimetría temporal, la irreversibilidad de la entropía, el cambio y la flecha del tiempo lo que da lugar a ese otro portento que conocemos como causalidad.

Próxima semana: Causalidad
Next week: Causality

Sobre el tiempo

(En inglés: It’s about time)

Para hablar de viajes en el tiempo, primero deberíamos definir qué es el tiempo. Y esto tiene su aquél. Todo el mundo parece albergar sus propias opiniones sobre el tiempo, desde las filosóficas hasta las psicológicas o las literarias (o las chaladuras). Hay quien incluso asegura que el tiempo no existe, que es todo una ilusión de la mente (me pregunto qué proceso creen que les trajo aquí, mucho antes de que hubiera mentes para delirar con ellas.) Pero no hay mucha gente dispuesta a lidiar con las complejidades físicas del tiempo. El tiempo físico, real, y eso.

Sergei  Krasnikov
El doctor Sergei Krasnikov, investigador del Observatorio Central de Pulkovo, Rusia. Foto: Alexander Friedmann Laboratory for Theoretical Physics.

No te creas, yo tampoco sabía muy bien qué decir sin soltar alguna tontada. Así pues, decidí consultarlo con alguien que pudiera tener un poquito más de idea al respecto. La pobre víctima que se dejó caer inocentemente en mis manos fue el doctor Serguéi Krásnikov de Pulkovo, una de las mayores autoridades vivas en teoría del campo cuántico aplicada a espaciotiempos curvos, Relatividad General y temillas así. Concibió el tubo o metro de Krásnikov para viajar no-convencionalmente por el espaciotiempo, fue uno de los directores científicos del StarLab y muchas cosas más. Un genio de los de verdad, al que le pregunté: “Dr. Krásnikov, ¿qué es el tiempo?” Muy a lo ruso, me contestó:

–¿Qué es la longitud? ¿Qué es la anchura?

Ah, muchas gracias, doc. Muy bien, juguemos. ¿Qué es la longitud y la anchura y la altura? ¿Qué es el espacio?

–De hecho, no hay nada tan misterioso en los conceptos de espacio y tiempo (al menos, mientras nos mantengamos dentro de la física clásica). Quizás sea difícil explicar rigurosamente estos conceptos a un niño de seis años, pero cualquier estudiante de segundo curso es capaz de comprenderlos. Describimos (con éxito) nuestro universo mediante ciertos objetos geométricos: es el espacio de Minkowski en la Relatividad Especial, o el espaciotiempo en la Relatividad General. En la física newtoniana es el producto de un espacio euclídeo tridimensional por una línea real. Y al aplicarlos a esos objetos, palabras como “espacio”, “tiempo” y demás tienen un significado claro y riguroso.

Propiedades de los espaciotiempos n+m-dimensionales
Propiedades de los espaciotiempos n+m-dimensionales. Fuente: Max Tegmark, On the dimensionality of spacetime

Ay. Geometría. Matemáticas. La liamos. A lo mejor el estudiante de segundo del doctor Krásnikov es tan listo como él, pero yo tengo que confesarte algo: las mates se me daban fatal. Las aprobé como pude porque, si no, los muy tarados no me dejaban pasar a tercero, ¿puedes creértelo? ¡Y ahora ni siquiera podemos hablar de esos viajes en el tiempo todo guapos sin que salgan a relucir las Matemáticas! ¡Este universo es TAN injusto!

Vale, vale, vamos a verlo mientras los gafapastas saliváis ante la honda sabiduría del doctor Krásnikov y tal. Lo que el doctor ruso está intentando explicarnos a nosotros los burros es que no hay ningún misterio insondable en el tiempo. Que el tiempo es una dimensión más, ciertamente un poco más difícil de entender para la percepción humana, pero tan normal como la longitud o la anchura.

Básicamente, cuando una borrachera se te ponga filosófica o cosa parecida, podrías contarle a tus colegas que al igual que el espacio va de distancias y ángulos, el tiempo va de cambios, y no te irías mucho. Dado que probablemente al día siguiente no se acordarán de nada, nadie te echará en cara que te faltó rigor al añadir que el tiempo es algo así como la tasa de cambio cósmica. O tasas, tantas como marcos relativistas de referencia, lo que veremos en otro post.

Aristóteles el Estagirita
Aristóteles el Estagirita (384–322 aC) afirmó que el tiempo es la medida del cambio. Imagen: Busto en el Museo del Louvre, París

De hecho, alguien tan poco riguroso como Aristóteles (sí, uno de esos griegos antiguos, imagínate…) osó afirmar que el tiempo es la medida del cambio (Física, libro IV, partes 10-13.) Esta idea aristotélica del tiempo sería superada por el tiempo absoluto de Newton, que a su vez resultó machacado por el espaciotiempo relativista de Einstein. Pero, aún así, al griego no le faltaba alguna razón. Un universo sin tiempo sería un universo sin cambios: estático, congelado en el primer y único paso de su existencia, no para siempre, porque no habría nada a lo que llamar “siempre.” Sin embargo, este universo nuestro cambia constantemente, casi-eternamente. Espero que los empollones ignoréis educadamente esta largada borrachuza incluso si digo que el tiempo define, o es definido, por lo deprisa o despacio que se producen estos cambios.

Albert Einstein, 1947
Albert Einstein (1879-1955) describió el espacio-tiempo que conocemos y utilizamos hoy en día. Foto: Biblioteca del Congreso de los EEUU, 1947.

Como de costumbre, los matemáticos y los físicos teóricos modernos hablan más elegantemente, mucho más rigurosamente y muchísimo más verdaderamente. El tal Minkowski que menciona el Dr. Krásnikov empezó tomando el espacio euclidiano (sí, Euclides era otro de esos griegos, pero describió el espacio tridimensional x-y-z con el que nos sentimos cómodos porque podemos verlo, o eso nos parece.) A continuación le añadió una cuarta dimensión t, o sea el tiempo. Y tras recalcularlo todo, ¡sorpresa!, funcionó. Este espacio cuatridimensional de Minkowski explicaba tan bien cómo es nuestro universo que su alumno, el Gran Despeinado, lo usó para desarrollar su Teoría de la Relatividad Especial. Después llevaría el concepto aún más lejos con la Relatividad General, y tuvimos espaciotiempo.

Puesto que me va tanto hacerme el listillo, creí que quedaría guay apretando un poco más al doctor ruso:

–Bueno, y entonces, ¿qué es el espaciotiempo?

La cara del doctor Krásnikov ni siquiera se alteró al contestar:

–Pienso que es una variedad Hausdorff paracompacta, suavemente conectada, de cuatro dimensiones, provista con una métrica de Lorentz suave orientada en el tiempo.

…y salí corriendo entre lágrimas de desesperación.

Próxima semana: La flecha del tiempo
Next week: The arrow of time

Érase n veces…

 (En inglés: n-ce upon a time…)

Mira que yo me había prometido no volver a hacerlo. Pero cuando Dany Saadia me dijo que iba a hacer una película basada en los viajes en el tiempo, y que necesitaba un blog sobre el tema para el proyecto transmedia asociado, y que quién mejor que este que te escribe para ponerlo en marcha… pues no pude resistirme. Y aquí estoy. Aquí estamos.

Una de las razones por las que no pude resistirme es que soy un friki de los viajes en el tiempo. Lo he sido toda mi vida. De niño, me pasaba largas tardes de invierno y no pocas noches de verano, de esas tan calurosas que uno no puede dormir, repartiendo mi fantasía entre soñar con viajes por el espacio y soñar con viajes por el tiempo. Sí, era esa clase de crío, qué le vamos a hacer.

Aparentemente, no he sido el único en la historia de esta humanidad vieja. De hecho, lo que convirtió a un puñado de homo sapiens en la humanidad que conocemos fue un largo viaje por el espacio, al menos para las posibilidades de su época. Pero por el tiempo resultaba un poco más difícil viajar, al menos a velocidades y en sentidos no-estándar, así que el tema quedó relegado a la imaginación y las leyendas contadas alrededor del fuego. En realidad, probablemente haya que esperar a que tuviéramos una cierta percepción conceptual de la idea del tiempo para que alguien se plantease el tema.

Que a mí me conste, la primera vez que aparece en la literatura es en el Mahabharata de los hindúes, hace unos 2.400 o 2.700 años, según fuentes. Entre otras muchas cosas, este relato épico nos cuenta la historia de un cierto rey Kadkumi que tenía una hija llamada Revati. Por lo visto Revati estaba muy buena y su padre no se decidía a casarla con ninguno de los muchos pretendientes que le salieron. Así pues, ambos se fueron de paseo al planeta (loka) de Brahma, el Dios Creador en persona, para que le ayudara a decidirse. Al padre, no a la hija, claro; ya sabes, esos rollos machistas, patriarcalistas y beaturros de los antiguos que nos han dado todos los cuentos de dioses, vírgenes y princesas que en el mundo son.

El caso es que cuando Kadkumi y su hija Revati llegan al planeta de Brahma, éste se parte la caja de risa. Y les dice que de qué van. Que desde que han salido de la Tierra hasta que han llegado al Brahma-loka no sólo han avanzado por el espacio, sino también por el tiempo: 108 yugas para ser exactos, lo que vienen siendo un porrón de millones de años. Que, por supuesto, en la Tierra todos los que conocieron ya están muertos, y sus descendientes también, hasta la enésima generación. Que ya puede tirar la lista de pretendientes, pues de todos ellos no queda ni polvo. Y que mejor si Revati se casa con Balarama, que de paso es primo suyo. Luego, a la vuelta, se encuentran a la humanidad futura degenerada y tal. Lo de siempre.

No obstante, esta historia es muy intrigante, porque parece como si evocase al fenómeno de dilatación temporal vinculado al viaje espacial a velocidades relativistas teorizado por Einstein dos milenios y pico después, y que ahora sabemos perfectamente real. Ya hablaremos.

Otro viaje en el tiempo muy antiguo, aunque no tan chulo, se encuentra en el Talmud de los judíos. Aquí nos habla de un sabio milagrero llamado Honi ha-M’agel, o sea Honi el Trazador de Círculos, porque, bueno, pues eso, trazaba círculos en la tierra para traer la lluvia. Otros salen de procesión y aún otros más echan yoduro de plata a las nubes. Cada cual tiene sus costumbres. La cuestión es que Honi se quedó dormido durante 70 años para reaparecer en las Antigüedades Judías de Flavio Josefo, en lo que parece ser un intento de cuadrar la cronología latina con la hebrea. Cosas de la gente de entonces. Hasta no mucho antes, los pontífices romanos –los de entonces, no los de ahorareajustaban los años tramposamente para alargar o acortar las legislaturas de los políticos y adelantar o retrasar el pago de deudas. Esto de la diferencia entre el tiempo y la medida humana del tiempo es otro asunto que ha traído mucha confusión y que también trataremos aquí.

Del mismo modo, quiero ir adelantando otro tema del que nos ocuparemos: obsérvese que en todos los relatos antiguos el viaje en el tiempo se da sólo hacia adelante, que curiosamente es el único posible según el estado actual de la ciencia. Hay que esperar hasta el siglo XVIII de nuestra era, con las Memorias del Siglo XX de Samuel Madden, para encontrarnos el primer viaje hacia atrás. En las letras hispánicas, el Anacronópete de Enrique Gaspar (1887) propuso una máquina del tiempo un año antes que H. G. Wells.

Pero, un momento… ¿he dicho que los viajes en el tiempo son posibles según el estado actual de la ciencia, aunque sólo sea hacia adelante? Sí, sí, claro que son posibles. Y llegar a la otra punta del universo en menos de lo que dura una vida humana también, aunque aún no tengamos ni la más remota idea de cómo llevarlo a cabo en la práctica. Tiempo al tiempo. A partir de la próxima entrada, lo vamos a ver.

Próxima semana: Sobre el tiempo
Next week: It’s about time

El Ecce Homo

Si se pudiera regresar en el tiempo, seguramente la octogenaria que decidió “restaurar” el Ecce Homo de la Iglesia en Santuario de la Misericordia de Borja, en España, lo pensaría dos veces antes de volver a hacerlo. Pero ahora sólo puede arrepentirse y sentirse afectada por lo sucedido.

Es lo que pasa en la vida: vivimos todo a la primera, sin preparación y sin modo de compararla con vidas precedentes o de enmendarla en vidas posteriores. Al menos eso es lo que dice Kundera -en su primera parte de su novela más conocida- cuando piensa en lo que dice Nietzsche del eterno retorno.

Vivir sin poder regresar al pasado nos deja vivir solo esta vez con todo y nuestros errores.

La viejita que entró a la iglesia española para “restaurar” el fresco, o destrozarlo -como apuntaron algunos medios-, dejó en la pared y para la posteridad su visión y preocupaciones:
1. La señora se fija en las paredes.
2. Le causa algo ver el fresco todo descarapelado abandonado y decide arreglarlo a su modo.
3. La señora se ve afectada y la pasa muy mal tras los resultados de su intervención artística, al grado que prefieren dejarla en el anonimato.

Así, lo que queda de la obra del  pintor Elías Garcia Martinez es ahora un dibujo infantil.

Gracias a la señora ahora todos conocen la pintura, conocen a Elías García y saben que hay una iglesia cerca de Zaragosa en la que uno puede restaurar frescos. Si regresara en el tiempo, dejaría el Ecce Homo tal como está porque vale más ahora con el toque personal infantiloide de la viejita que quiso mejorarlo.

Crowdfunding and Transmedia

Big names for relatively simple concepts, or so we’d like to think. If you’ve never heard of these two terms, you’re in the right place.

Crowdfunding is precisely what its name implies, a crowd that together funds something. That is what we’re trying to do for Just in Life. It’s a way to get people from all over the globe, literally, to help finance a big idea that might otherwise, without the resources that participants give, end up as just an idea and never reach fruition. (In this case, the big idea happens to be one of the coolest time travel ideas to hit the world in, oh, eons! But I’m biased.)

The idea is that dozens or, in the best possible scenario, hundreds and thousands of people online become participants and investors in the project. We’ve got to raise a total of $50,000 US dollars to hire a casting director, line producer and develop a transmedia campaign (more on that in a minute), so that Just in Life sees the big screen and everyone who participates gets to see their name in lights. Cool, huh?

Whether you donate a small amount or decide to cash in that huge inheritance check, you become a part of a unique project and will get rewards in return. Whether they’re gifts, downloads or just the knowledge that the day you need help for a crowdfunded project of your own, you’ll already have paid it forward, think about it, it’s win-win.

As for transmedia, it “is the technique of telling a single story or story experience across multiple platforms and formats using current digital technologies […].

From a production standpoint, it involves creating contentthat engages an audience using various techniques to permeate their daily lives. In order to achieve this engagement, a transmedia production will develop stories across multiple forms of media in order to deliver unique pieces of content in each channel. Importantly, these pieces of content are not only linked together (overtly or subtly), but are in narrative synchronization with each other.” (source: Wikipedia)

The best and most recent example of this is the Dark Knight campaign. Click here to see it.

In lay terms, it means only some of the coolest experiences on- and offline around great content. You’ll have to take our word for it that Just in Life won’t disappoint.

 

Destiny awaits us

They say everything happens for a reason. What would you do if you were suddenly able to revisit everything that happened in your life? Would you change things? Could you? That’s precisely what Just in Life aims to do…show us the flip sides of life, of our choices and of our destiny.

My name is Alejandra and my destiny has brought me to this very special project to keep you up-to-date on what’s going on with Just in Life – its crowdfunding goals, its collaborators and its journey into reality. Come back often; I’ll be posting as much as possible with the news.

If you’re here and you’ve donated, thank you. Your destiny has brought you this far. Stay tuned and see where we’re all headed next.

Get Me Out Of Here. Let’s Make A Movie

It all started as in every movie. Two days before we started filming, the production department was making last minute calls, asking the cast several favors and gathering every home decoration that could be used as a prop for our spot.

 

What was the short film about?

“Get me out of here. Let´s make a movie“. Or so I read in the script.

Weeks before we started to film I met the director Dany Saadia. When he interviewed me, he started talking about how the cinema industry in Mexico lacked an audience not because of the content but because of the lack of publicity. That was when he  first mentioned the term transmedia.

 

Transmedia is not just massive advertising around a product, in this case a movie. It’s about getting people interested, waiting for content such as  images, ideas, concepts that evolve around the core of the movie. It’s about placing your movie,  as a trendsetter, a phenomenon. All of this takes place way before you plan to distribute your film.

If you want to make a film, you need to know the business.

Dip in and lets make a movie!

Volver al Pasado

Los primeros pensamientos que nos abordan cuando pensamos en qué pasaría si volviéramos al pasado suelen ser sobre cómo enriquecernos. Pero la realidad es que si pasara tal cosa, no sería eso lo primero con lo que lidiaríamos.

Los secuestrados del 11 de septiembre llamaban a sus familias, no a su broker para ver cómo iba su portafolio de acciones.

Somos seres humanos, emotivos, sociales, y como tales en un hipotético regreso al pasado, nos enfrentaríamos a cientos de dilemas morales ¿qué hacer con nuestras relaciones pasadas del pasado? ¿con nuestra familia?,  Si los errores nos han hecho como somos ¿habría que repetirlos?…

Lo primero, las personas.

Lo más complejo del universo… las personas.