Érase n veces…

 (En inglés: n-ce upon a time…)

Mira que yo me había prometido no volver a hacerlo. Pero cuando Dany Saadia me dijo que iba a hacer una película basada en los viajes en el tiempo, y que necesitaba un blog sobre el tema para el proyecto transmedia asociado, y que quién mejor que este que te escribe para ponerlo en marcha… pues no pude resistirme. Y aquí estoy. Aquí estamos.

Una de las razones por las que no pude resistirme es que soy un friki de los viajes en el tiempo. Lo he sido toda mi vida. De niño, me pasaba largas tardes de invierno y no pocas noches de verano, de esas tan calurosas que uno no puede dormir, repartiendo mi fantasía entre soñar con viajes por el espacio y soñar con viajes por el tiempo. Sí, era esa clase de crío, qué le vamos a hacer.

Aparentemente, no he sido el único en la historia de esta humanidad vieja. De hecho, lo que convirtió a un puñado de homo sapiens en la humanidad que conocemos fue un largo viaje por el espacio, al menos para las posibilidades de su época. Pero por el tiempo resultaba un poco más difícil viajar, al menos a velocidades y en sentidos no-estándar, así que el tema quedó relegado a la imaginación y las leyendas contadas alrededor del fuego. En realidad, probablemente haya que esperar a que tuviéramos una cierta percepción conceptual de la idea del tiempo para que alguien se plantease el tema.

Que a mí me conste, la primera vez que aparece en la literatura es en el Mahabharata de los hindúes, hace unos 2.400 o 2.700 años, según fuentes. Entre otras muchas cosas, este relato épico nos cuenta la historia de un cierto rey Kadkumi que tenía una hija llamada Revati. Por lo visto Revati estaba muy buena y su padre no se decidía a casarla con ninguno de los muchos pretendientes que le salieron. Así pues, ambos se fueron de paseo al planeta (loka) de Brahma, el Dios Creador en persona, para que le ayudara a decidirse. Al padre, no a la hija, claro; ya sabes, esos rollos machistas, patriarcalistas y beaturros de los antiguos que nos han dado todos los cuentos de dioses, vírgenes y princesas que en el mundo son.

El caso es que cuando Kadkumi y su hija Revati llegan al planeta de Brahma, éste se parte la caja de risa. Y les dice que de qué van. Que desde que han salido de la Tierra hasta que han llegado al Brahma-loka no sólo han avanzado por el espacio, sino también por el tiempo: 108 yugas para ser exactos, lo que vienen siendo un porrón de millones de años. Que, por supuesto, en la Tierra todos los que conocieron ya están muertos, y sus descendientes también, hasta la enésima generación. Que ya puede tirar la lista de pretendientes, pues de todos ellos no queda ni polvo. Y que mejor si Revati se casa con Balarama, que de paso es primo suyo. Luego, a la vuelta, se encuentran a la humanidad futura degenerada y tal. Lo de siempre.

No obstante, esta historia es muy intrigante, porque parece como si evocase al fenómeno de dilatación temporal vinculado al viaje espacial a velocidades relativistas teorizado por Einstein dos milenios y pico después, y que ahora sabemos perfectamente real. Ya hablaremos.

Otro viaje en el tiempo muy antiguo, aunque no tan chulo, se encuentra en el Talmud de los judíos. Aquí nos habla de un sabio milagrero llamado Honi ha-M’agel, o sea Honi el Trazador de Círculos, porque, bueno, pues eso, trazaba círculos en la tierra para traer la lluvia. Otros salen de procesión y aún otros más echan yoduro de plata a las nubes. Cada cual tiene sus costumbres. La cuestión es que Honi se quedó dormido durante 70 años para reaparecer en las Antigüedades Judías de Flavio Josefo, en lo que parece ser un intento de cuadrar la cronología latina con la hebrea. Cosas de la gente de entonces. Hasta no mucho antes, los pontífices romanos –los de entonces, no los de ahorareajustaban los años tramposamente para alargar o acortar las legislaturas de los políticos y adelantar o retrasar el pago de deudas. Esto de la diferencia entre el tiempo y la medida humana del tiempo es otro asunto que ha traído mucha confusión y que también trataremos aquí.

Del mismo modo, quiero ir adelantando otro tema del que nos ocuparemos: obsérvese que en todos los relatos antiguos el viaje en el tiempo se da sólo hacia adelante, que curiosamente es el único posible según el estado actual de la ciencia. Hay que esperar hasta el siglo XVIII de nuestra era, con las Memorias del Siglo XX de Samuel Madden, para encontrarnos el primer viaje hacia atrás. En las letras hispánicas, el Anacronópete de Enrique Gaspar (1887) propuso una máquina del tiempo un año antes que H. G. Wells.

Pero, un momento… ¿he dicho que los viajes en el tiempo son posibles según el estado actual de la ciencia, aunque sólo sea hacia adelante? Sí, sí, claro que son posibles. Y llegar a la otra punta del universo en menos de lo que dura una vida humana también, aunque aún no tengamos ni la más remota idea de cómo llevarlo a cabo en la práctica. Tiempo al tiempo. A partir de la próxima entrada, lo vamos a ver.

Próxima semana: Sobre el tiempo
Next week: It’s about time

3 replies on “Érase n veces…”

  1. Pingback: Érase n veces…
  2. Hola,

    muy bueno el blog, recién descubierto para mí! Tienes alguna recomendación sobre libros de viajes en el tiempo? Mi preferido hasta el momento (y uno de mis top 5 en general) es “El fin de la Eternidad” de Asimov.

    Cuando lees sobre viajes en el tiempo, es fácil imaginarse yendo y viniendo a la época de los Romanos, o al paleolítico, pero en este libro,… pensar en cientos de miles de siglos adelante… es sobrecogedor!

    ¿Tienes alguna recomendación especial?

    Gracias y ánimos!

    1. Hola, Luso. Dedicaré algún que otro post a esto posteriormente. 😉

      Muchas gracias, ¡un saludo!

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